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26 de junio de 2025

El "estrés económico" revela el alza en el costo de vida de las familias argentinas

El dato surge de un informe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA; incluye a quienes no tienen capacidad de ahorro o dicen no poder llegar a fin de mes.

La baja en la inflación es una buena noticia para los argentinos. Pero, al mismo tiempo, a muchos hogares del país les cuesta llegar a fin de mes. El alza en el costo de vida acumulada en el último año y los salarios deteriorados, con ingresos que corren de atrás a los precios, siguen apareciendo como factores claves que alimentan una sensación de retroceso en la calidad de vida que se extiende en el tiempo y atraviesa distintas gestiones.

Así lo reflejan indicadores como el “estrés económico” presentado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA (Odsa-UCA), que muestra que la autopercepción de empeoramiento en las condiciones materiales de vida entre las familias argentinas -entre 2022 y 2024- acompañó (y por momentos fue incluso más alta) el incremento en los índices de pobreza e indigencia.

De acuerdo con la UCA, a fin de 2024 –últimos datos disponibles- casi la mitad de los hogares argentinos (47%) estuvo incluido en el grupo de aquellos afectados por el estrés económico. Este indicador, que se elabora a partir de la misma encuesta con la que la UCA estima sus números de pobreza e indigencia, contempla una mirada subjetiva de los hogares consultados, a quienes se les consulta si el mes anterior pudieron ahorrar y si “llegaron a fin de mes”. En igual período, la pobreza por ingresos medida por la UCA fue del 36,6% de los hogares, mientras que la indigencia escaló al 8,8%, el peor dato de la serie desde 2010.

Según el sociólogo Agustín Salvia, investigador principal del Conicet y director del ODSA-UCA, ambos indicadores no son antitéticos, sino que complementan el análisis del escenario social de las familias en el país. “La pobreza por ingresos no alcanza para medir lo que ocurre con los presupuestos y la realidad de los hogares. Es una medición indirecta que mide la privación monetaria. El estrés monetario es una medida más realista a la experiencia de los hogares, que asume un componente subjetivo”, dice el analista, profesor en la UBA y doctor en Ciencias Sociales por la UNAM (México).

Según Salvia, las respuestas que toma en cuenta este indicador contemplan el componente subjetivo de la capacidad de “llegar a fin de mes” que cada hogar define en su rutina y permiten explicar las “zonas grises que la medición por ingresos no capta”. Hoy los autores del estudio presentarán formalmente las conclusiones en el stream ¡Hagamos lío!.

Al cotejar con años anteriores, se observa que todos los indicadores que releva la UCA empeoraron en los últimos dos, momento en que habían retrocedido tras los picos de la pandemia. Entre 2022 y 2024, el porcentaje de hogares bajo ‘estrés económico’ creció del 41,1% al 47% de fin del año pasado. Es la misma tendencia que muestran la incidencia de la pobreza (creció del 32,7% al 36,6% en el período) y la indigencia (pasó del 5,7% al 8,8%).

Desde que ODSA-UCA realiza su encuesta, desde 2010, el índice de estrés económico supera al de la pobreza monetaria. Incluso los autores destacan que su crecimiento fue “más intenso” desde 2022, en una dinámica que se explica por la evolución de algunas variables macroeconómicas y los cambios implementados por el Gobierno desde fin de 2023.

En ese sentido, los autores advierten por la reconfiguración que se plasmó en los diferentes niveles sociales tras la suba y la posterior desaceleración de la inflación, que en estos meses de relativa “estabilidad” muestra algunos sectores más holgados y otros con peores posibilidades de recomposición de ingresos (trabajadores informales, trabajadores del sector público, jubilados, desocupados).

Es un proceso que describió recientemente otro informe, elaborado por el consultor Fernando Moiguer, donde advierte que entre los argentinos se percibe “una recuperación económica que no llega a todos”. Disipada la espuma de la alta inflación, agrega el documento de Moiguer, “los ingresos aún se perciben retrasados, especialmente en los niveles socioeconómicos bajos” y eso explica la disparidad en el consumo según diferentes categorías.

A su vez, los investigadores de ODSA-UCA resaltan el impacto del cambio de precios relativos y el ajuste aplicado en algunos rubros clave, como las tarifas de servicios públicos, el transporte, los gastos en prepagas o los combustibles, que acotan el “ingreso disponible” de las familias. De acuerdo con este documento, además del nivel de ingreso vinculado a la compra de alimentos, el acceso a servicios de salud (atención médica y medicamentos) y las condiciones laborales (tener empleo formal) son los elementos que más afectan la percepción de estrés económico.

 

 

La Nación

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