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1 de noviembre de 2025

El enólogo Federico Gambetta, detrás del mejor vino argentino del año"La botella perfecta es la que emociona"

Uno de sus Malbec quedó 41 en el ranking mundial de los mejores 100 vinos del año del influyente crítico estadounidense James Suckling y fue el vino argentino mejor ubicado.

En el brazo izquierdo, Federico Gambetta tiene tatuado una copa de vino. En el derecho, un fuego que representa esa llama interior, la pasión que lo mueve, su dulce obsesión: hacer vino. Con 36 años, el ingeniero agrónomo y enólogo de la bodega mendocina Altos Las Hormigas es uno de los jóvenes que marcan un nuevo rumbo en la industria del vino argentino.

Esta semana, uno de sus vinos, el Malbec Los Amantes 2022, quedó 41 en el ranking de los 100 mejores vinos del año del mundo para el crítico estadounidense James Suckling y fue el vino argentino mejor ubicado.

Suckling le dio 99 puntos y afirmó que el vino “muestra sutiles notas de frutas rojas, violetas secas y mineralidad pedregosa”. “Herbáceo y aromático, con taninos vibrantes, casi efervescentes, y una fruta delicada y cautivadora. Hay una hermosa armonía entre los taninos, la fruta y la frescura que ofrece una expresión verdaderamente equilibrada”, comentó sobre el vino, que proviene de una parcela de una hectárea en El Jardín de las Hormigas, en Altamira. “Para beber ahora”, cerró su crítica.

En 2024, el crítico ya había calificado de "vino argentino del año” a la añada 2021 de este vino 100% orgánico de la línea Jardín Las Hormigas. La misma etiqueta también había obtenido la calificación máxima (100 puntos) del inglés Tim Atkin.

En septiembre, otro Malbec de Gambetta y su equipo, el Meteora 2022, entró en el top 5 de los 100 mejores vinos del año de Argentina, según Suckling.

Para Gambetta, estos premios son “un mimo al alma”. “Estos últimos tres años hemos recibido muchos puntajes, muchos premios y al día siguiente se trabaja exactamente igual. Me dan mucha paz,para nosotros significa consolidar un estilo de vinos y una identidad que vamos construyendo año a año, una búsqueda que excede los premios”, sostuvo con humildad.

“Todo cambia, todo es dinámico, lo que me ahorró muchos años de psicólogo fue entender que nunca voy a llegar. Porque siempre voy a tener un corte nuevo, un nuevo objetivo. Entonces, nada, me relajé y honestamente disfruto un poco el camino. Hago vino, me encanta hacer vino y disfruto eso. Todo lo que llega por fuera, va a ser un mimo, lo festejo, pero sigo adelante”, sostuvo.

¿Creés que existe el vino perfecto?

-Fede Gambetta: Para mí es bastante utópico. Soy muy obsesivo con la excelencia, pero entiendo que la excelencia es imperfecta. Ahora, sí te puedo decir que hay vinos que me han generado piel de pollo, que me han generado hasta escalofríos, porque son vinos que tienen una energía especial, que compartimos con personas especiales y te despiertan una sensibilidad especial. Yo me acuerdo cuando Tim Atkins y Suckling nos dieron los 100 puntos, ellos dijeron, “Wow.” La palabra fue “wow.” Y ese wow significa para mí eso, ‘che, mirá, me generaste algo que me moviliza’. Y para mí eso es lo más cercano a la perfección que puede tener un vino“.
Una vida entre viñedos
Mendocino hasta el último de sus rulos, Gambetta respira vino y a veces, hasta “sueña con racimos”. Creció rodeado de campos y viñedos, en una familia con tradición en la producción vitivinícola. Sus abuelos tenían bodegas y “los domingos eran todo muy italiano, muy familiar y con el vino siempre en la mesa“.

Desde pequeño, entendió que hacer vino era, para él, “amar la tierra y entender el tiempo en la bodega”. Esa filosofía guió sus pasos y definió su visión de la viticultura: una combinación de respeto por la tradición, ciencia y sensibilidad.

Tras recibirse de ingeniero agrónomo, trabajó en el INTA de Mendoza en colaboración con instituciones internacionales de Francia y Asutralia para investigar el impacto del cambio climático en el Malbec. “Lo que más me importaba era si la planta iba a sobrevivir o no. La conclusión es que la planta sí sobrevive, se adapta a las nuevas necesidades y, aunque cambia la calidad y el estilo del vino, en general se adapta totalmente”.

Su inquietud lo llevó por Italia, Francia y Estados Unidos, donde adquirió conocimientos y entendimientos diversos que luego volcó en sus proyectos en la Argentina. Tras regresar a Mendoza, trabajó un año para Catena Zapata y luego pasó a Caro, el proyecto de alta gama de la familia Catena en alianza con la francesa Rothschild., donde estuvo siete años.

Luego, en 2020, poco después de cumplir los 31, recibió un llamado y una propuesta que no pudo rechazar: era Alberto Antonini, uno de los cofundadores de Altos Las Homigas con Antonio Morescalchi. “Me dijo que quería trabajar conmigo, así que cambié de rumbo” y allí Gambetta empezó a dejar su huella mientras exploraba el mundo del vino orgánic y descubrió “un compnennte energético” y “una armonía” muy interesantes en los viñedos que tienen en Luján de Cuyo y Altamira.

En Altos Las Hormigas lo que hacen es “una vinicultura de sastre, taylor made", donde se plantan los viñedos siguiendo los tipos de suelo.

“A partir de eso todas las tareas de viticultura, ya sea poda, riego, fertilización, cosecha; y después en bodega lo que es elaboración, temperatura, crianza en cemento, crianza en madera, lo que sea, todo es adecuado a cada cuartel y en cada añada”, explicó el enólogo.

“No seguimos ninguna receta, es una viticultura más dinámica”, afirmó. Esa sensibilidad y respeto por la naturaleza y los procesos son aspectos claves de su filosofía.

“El vino comienza en el viñedo y en ese sentido, cada añada es una cápsula de tiempo, una interpretación diferente del mismo terroir. Cada circunstancia climática hace que todo sea diferente. Si el año fue cálido, fue frío, si fue lluvioso, fue seco, mi tecnicismo de cómo lo podé, cómo lo coseché, cómo lo regué y cómo lo elaboré en la bodega, es totalmente diferente", sostuvo.

En este proceso también cambian las personas. "Como grupo humano, con mi equipo, también somos personas diferentes. Por eso los vinos de Federico del 2021 no tienen nada que ver con los vinos del Federico de 2025″, sostuvo.

Aunque advirtió que “no hay que romantizar la cosecha” , ya que es un momento duro, de trabajo intenso, pero que también trae “mucha adrenalina”.

A Gambetta le gusta pensar al Malbec como “un puente” entre la Argentina y el mundo. Pero también cree que es momento de explorar otras cepas. “Hay una una corriente muy buena de los vinos no Malbec hoy. El mercado está con una especie de break de Malbec, una especie de recreo y se buscan cosas los blancos, la garnacha, el clarete, las criollas..." y tomó como ejemplo el Bonarda que hacen en la bodega que fue “sold out” en los últimos cinco años.

“La Argentina a nivel vino está en un momento maravilloso, más allá de los costos y de la caída del consumo. A nivel calidad y búsqueda estamos en un momento muy bueno y yo veo que los blancos están creciendo a ritmos impresionantes”, afirmó Gambetta.

El nuevo rol del enólogo

Gabetta pertenece a una nueva generación de enólogos que definió como “más globales”. “Traemos una energía más contemporánea, y nuestra tarea es seguir construyendo sobre lo que ya se hizo, con una visión más moderna y diversa”.

Según dijo, “han cambiado las reglas del juego” y en eso también el papel del enólogo. “Va más en ir puerta por puerta con la valijita de vino, como se hace en el resto del mundo, así literal. Y sobre todo comunicar, comunicar mejor, comunicar más propósitos, comunicar de una manera más informal y cercana, con menos lenguaje técnico y más emoción”. Se trata de compartir paisajes, territorios y pasiones. “El diálogo con el consumidor es constante y fluido. Hay que evangelizar, hacer que el vino sea accesible y que la gente lo pueda disfrutar sin complicaciones”, dijo.

Gambetta también destacó la importancia del vínculo con los chefs y sommeliers en esta época foodie.“Es un vínculo muy fuerte y eso enriquece mucho nuestro pensamiento. La charla con la gastronomía genera nuevas ideas y maridajes que aportan mucho valor”, afirmó.

El futuro del vino argentino

“Hoy la crisis del vino es mundial. Argentina arranca hectáreas cada año. La sobreoferta impacta a todo el sector. La polarización será más marcada, con una alta gama y una gama baja que coexistirán, pero la gama media será la más afectada. El segmento que mejor le va es segmento de entre 10 y 30 000 pesos, lo que está por encima de eso y que no llegue a ser de alta gama, es donde se sufre”, vaticinó.

 

 

 

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