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ARGENTINA

5 de junio de 2025

Una comunidad de 130 personas trans encontró algo más que asistencia del Papa Francisco

Perica conoció a Francisco en Fiorito, Buenos Aires, cuando era Bergoglio. Después lo volvió a ver con más de 70 años, en Roma, donde llegó en los ´80 para escapar de la represión policial.

Durante los peores días de la pandemia, cuando el miedo, la desinformación y el encierro empujaban aún más a los márgenes a quienes ya vivían en el borde, en un pequeño pueblo costero del Lacio, una comunidad de 130 personas trans encontró algo más que asistencia. Encontró escucha y, sobre todo, reconocimiento. El gesto partió del padre Andrea, pero terminó alcanzando la cúpula misma de la Iglesia: el Papa Francisco.

Torvaianica queda a unos 40 kilómetros de Roma. Ahí, en la parroquia del padre Andrea, un grupo de travestis latinas —muchas de ellas trabajadoras sexuales, migrantes y sin papeles— fue protagonista de una de las tantas pequeñas pero grandes historias que demuestran la humanidad del Papa Francisco. Gracias a la intervención del párroco y a la respuesta directa del Papa, estas mujeres trans recibieron alimentos, ayuda económica, atención médica y algo que la mayoría no creía que podía existir: un lugar dentro de la Iglesia.

“Yo había perdido la fe durante mi transición”, cuenta Marcela Demarco, uruguaya, 51 años, que vive en Italia desde hace 25, a El Destape. “Durante la pandemia conocimos a Andrea, el cura de nuestra iglesia de barrio. Nosotras, casi todas, somos trabajadoras sexuales. Y todas habíamos perdido el trabajo, los clientes, todo. No teníamos cómo vivir. Fue un momento desesperante.”

Fue entonces cuando el padre Andrea propuso una idea: “Escriban una carta al Papa Francisco contando su vida y pidiendo ayuda concreta. Si necesitan 200 euros, pídanlos”. Las cartas estaban llenas de lágrimas, pero también de corazones y líneas de colores. “Fue algo muy emotivo”, recuerda. “Le escribí al cardenal Krajewski, limosnero del Papa, y me respondió de inmediato: ‘Don Andrea, ningún problema. Cuando lleguen las cartas, damos la ayuda’”. La respuesta no llegó solo con palabras, sino con acciones concretas: vacunas, cajas de comida, ayuda económica para pagar alquileres, servicios y tratamientos médicos. No fue solo para las personas trans, sino también para desempleados, migrantes y familias necesitadas.

De Fiorito a Roma: el reencuentro

Perica Burrometo es una travesti argentina de 78 años que migró a Europa a fines de los años 80 huyendo de la represión policial. “Yo vine buscando libertad, escapando de la violencia. Allá te llevaban y hasta te mataban por ser travesti, acá no”, cuenta desde su casa en Roma.

Pero su conexión con Francisco no empezó en Roma, sino décadas antes, en Buenos Aires. “A Francisco lo conocí en Fiorito. Daba misa en una iglesia chiquita, Nuestra Señora de Itatí, la Virgen Negra. Yo iba a sus misas, él nos miraba con ternura. Nunca nos juzgó”, recuerda. Años más tarde, volverían a encontrarse, esta vez del otro lado del mundo. “Gracias al padre Andrea y Sor Genevova, nos reencontramos. Fue hermoso. Nos invitó al Vaticano. Fuimos a las cenas del Día del Pobre, del Emigrante. A todo lujo. Miles de personas. Nunca imaginé eso”. “Cuando me vió me dijo ¿qué haces acá? y yo le dije que de aventura, como siempre”.

Perica aún se atiende en el ambulatorio del Vaticano. “No pago nada, ni para que me operen. Si vas a un hospital te cobran, pero ahí no. Porque el Papa nos abrió las puertas”.

Redención y ternura

Durante años, muchas se sintieron expulsadas de la Iglesia. “La primera vez que vi a Francisco, le dije que le agradecía. Porque gracias a él recuperé la fe. Y él me respondió: ‘No vuelvas a perder la fe. Somos todos iguales ante los ojos de Dios’”, cuenta Marcela.

El padre Andrea cuenta que la ayuda llegó a más de 130 travestis en los momentos más complejos de la pandemia. Pero el gesto no fue aislado y la relación continúa hasta el día de hoy. No se trató de caridad, sino de un reconocimiento explícito de humanidad.

“Fue un vínculo hermoso con el Papa. Tengo solamente que agradecerle. Nunca imaginé que, después de tantos años de ser marginada, iba a ser recibida por el Papa en persona”, dice Perica.

Un modelo de Iglesia posible

La experiencia de Torvaianica no es una excepción generalizada. Pero muestra lo que una Iglesia activa, atenta y compasiva puede lograr cuando decide mirar de frente a quienes históricamente ignoró. El padre Andrea no se limitó a predicar. Salió a la calle, conoció las historias, tejió redes y usó todos los vínculos cercanos con el Vaticano para actuar.

La relación entre la parroquia y la comunidad travesti se mantiene viva. Muchas siguen participando en actividades, colaborando y compartiendo en comunidad. En un mundo donde los discursos de odio ganan terreno, la historia de Torvaianica recuerda que hay otros caminos posibles. Que la fe, cuando se encuentra con la ternura, puede ser una herramienta poderosa de transformación social.

Mientras tantos cerraban sus puertas, una parroquia en las afueras de Roma eligió abrir los brazos. Y así, en plena oscuridad, unas cuantas encontraron luz.

 

 

 

El Destape

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