MUNDO
18 de septiembre de 2025
"Debemos huir de Gaza o moriremos bajo los bombardeos israelíes"

Miles de palestinos escapan de la localidad ante los intensos ataques del ejército de Israel. Al Mawasi, una de las zonas designadas como “seguras”, está desbordada de desplazados que se enfrentan a la escasez de alimentos, agua y refugio
Mohammed al Dahdouh descarga las pertenencias de su familia, de 15 miembros, desde la parte trasera de un camión en la arena de la playa de Jan Yunis. Con movimientos bruscos, este barbero palestino de 38 años y padre de cinco niños lanza colchones, mantas, bolsas de ropa y enseres domésticos al suelo, en un gesto que refleja más rabia que cuidado hacia unas posesiones que representan los restos de su vida anterior en el barrio de Tel al Hawa, en Ciudad de Gaza. “Dios nos basta”, repite una y otra vez, con una voz que resuena en la playa, donde otros miles de familias desplazadas intentan levantar refugios improvisados tras no haber conseguido ni siquiera un pequeño terreno para instalar su tienda. “Por favor, cálmate. Por los niños, te necesitan”, le suplica su esposa, Mariam, de 35 años, que se sienta en la arena y abraza a su hija menor, Mais, de seis.
La familia de Al Dahdouh forma parte de los más de 320.000 palestinos que, según estimaciones de las autoridades militares israelíes, han huido de Ciudad de Gaza en los últimos días, a medida que los bombardeos se han intensificado y han vuelto inhabitables barrios enteros. El ejército israelí, que ya ha comenzado también la ofensiva terrestre en la capital gazatí, ha designado toda la ciudad como una “zona de combate peligrosa” y el miércoles advirtió al medio millón de civiles que todavía permanecen en el área que se vayan en 48 horas. Mientras tanto, ha intensificado los ataques aéreos y con drones y el fuego de artillería.
“La situación en Gaza es absolutamente catastrófica y aterradora, más allá de lo imaginable”, explica Al Dahdouh, todavía con la voz cargada de emoción. “Nos movimos varias veces dentro de la ciudad, pero los bombardeos israelíes y la muerte nos seguían a todas partes. No quedaba otro lugar adonde ir, salvo al sur”. En estos casi dos años de guerra, Al Dahdouh y su familia han logrado sortear las restricciones y las órdenes de desalojo cambiando de barrio dentro de la ciudad, pero ahora sintieron claramente que no había refugio posible. “Esta vez es completamente diferente”, dice. “Antes, siempre se podía encontrar un barrio o una zona menos peligrosa. Ahora, toda la ciudad está bajo fuego”.
"Dejé atrás familias en las calles que no tienen medios para pagar un transporte, trasladarse al sur y escapar de la muerte Mohammed al Dahdouh. La familia tomó la decisión de trasladarse después de que un pariente recibiera una llamada telefónica directa de las fuerzas israelíes, exigiéndole la salida inmediata de la zona. Cuando el hombre pidió ayuda con transporte o apoyo económico para la mudanza, los militares respondieron, según su testimonio, que esa no era su responsabilidad. Durante tres días, esperaron en la calle para conseguir un transporte, hasta que Al Dahdouh y su hermano alquilaron a medias un camión por el que se vieron obligados a pagar 2.000 dólares (1.689 euros), cantidad que les prestó un amigo."
“Dejé atrás familias en las calles que no tienen medios para pagar un transporte, trasladarse al sur y escapar de la muerte”, dice. Y añade: “Morirán bajo los bombardeos israelíes si no logran salir”. Desde el comienzo de la guerra, han perdido la vida al menos 65.000 personas en Gaza, según cifras del Ministerio de Sanidad de la Franja, que la ONU toma como referencia.
Ningún lugar seguro
El flujo hacia el sur de la Franja es constante: coches pequeños, camiones, carros tirados por animales y personas caminando, todos avanzando por la carretera costera hacia las zonas centrales y del sur. Sin embargo, esta huida no ofrece la seguridad que buscan las familias que escapan. La parte central del territorio gazatí y la zona costera de Al Mawasi, designadas por Israel como “zonas seguras”, representan apenas entre un 12% y un 13% de la superficie de Gaza, que es de un total de 365 kilómetros cuadrados, y ya están desbordadas de desplazados. Entre 800.000 y un millón de personas estarían ya viviendo en Al Mawasi en pésimas condiciones de higiene y seguridad, según fuentes locales y de la ONU. Esto obliga a los recién llegados a tomar decisiones imposibles sobre dónde establecer hogares temporales.
Al Mawasi, por ejemplo, carece de infraestructuras básicas, ya que antes de la guerra era principalmente tierra agrícola y dunas de arena. “Si no hay infraestructura, ¿cómo vamos a recibir a miles de nuevos desplazados cada día si apenas podemos atender a los que ya están aquí?”, se pregunta Mahmud al Astal, activista comunitario de ayuda humanitaria, que supervisa directamente varios campamentos de desplazados.
La ONU calcula que entre el 1 y el 15 de septiembre logró hacer entrar en Gaza más de 12.500 toneladas de harina de trigo y otros alimentos, pero el 77% de esa ayuda fue saqueada antes de llegar a su destino. Según Naciones Unidas, desde el 20 de julio, se han logrado introducir en la Franja menos del 35% de las 2.000 toneladas de alimentos que se necesitarían para satisfacer las necesidades humanitarias básicas de su población.
Las existencias con las que cuenta Al Astal para atender a los campamentos solo cubren un 10% de las crecientes necesidades. “Los desplazados viven a la intemperie y apenas encuentran dónde quedarse, y no cuentan con un apoyo real que les permita afrontar al menos los primeros días”, explica.
Es el caso de Mohammed al Madhoun, de 60 años, que lleva cuatro días viviendo en una carretera, cerca de la playa, a la altura de Al Mawasi, con su esposa, Rawda, de 56, y su hijo Faraj, de 25. Con sillas prestadas, duermen sobre el asfalto junto a las pocas pertenencias que lograron salvar. Son los más vulnerables entre los desplazados: aquellos que no pueden costear ni siquiera materiales básicos para un refugio. “Escapamos de la muerte por poco y solo pude llevar algunas cosas sencillas”, relata Al Madhoun entre lágrimas. “Conseguí transporte únicamente gracias a una persona, que me pagó el viaje en el camión que había alquilado para sus pertenencias. De otra manera, yo no hubiera tenido dinero”.
"Estamos obligados a sufrir y soportar estas dificultades, pero quedarse en el norte significa morir"
Al Madhoun, que se ha visto obligado a desplazarse nueve veces durante la guerra, describe los bombardeos en Gaza como “aterradores por su intensidad”. Sin embargo, pese a la dureza de vivir en la calle, cree que su situación actual es preferible a lo que le esperaría si permaneciera en el norte de la Franja. “Este infierno es más llevadero que una muerte segura en Ciudad de Gaza”, afirma.
Rasim Saad, de 52 años, forma parte de quienes han logrado crear un refugio rudimentario para cobijarse. Un mes antes de este desplazamiento, Saad, padre de 10 hijos —cinco hijas y cinco hijos—, envió a uno de ellos a localizar y preparar un pequeño terreno en la ladera de una colina donde pudieran instalarse. Después excavó un área pequeña y construyó un refugio improvisado con lonas de plástico y telas. Su hija mayor, Alaa, de 28 años, se ha trasladado allí junto con sus tres hijos pequeños.
“Soy afortunado porque encontré un lugar que nos protege, aunque no sea cómodo y pueda desaparecer con la primera lluvia”, admite el hombre. Este antiguo carretero, desempleado desde el inicio de la guerra, no puede pagar los 200 dólares mensuales que cuesta alquilar 100 metros cuadrados de terreno, por lo que su ubicación actual en la ladera ―peligrosa, pero gratuita—es la única opción.
Su esposa lava los platos con agua transportada en bidones desde fuentes situadas a más de un kilómetro y los miembros de la familia duermen en colchones desgastados en un espacio reducido. Pese a las penurias, Saad considera su supervivencia un logro. “Que estos niños sigan vivos ya es un éxito”, dice mientras juega con sus tres nietos. “Estamos obligados a sufrir y soportar estas dificultades, pero quedarse en el norte significa morir”.
Sin embargo, muchas familias no pueden escapar. Las redes sociales se han llenado de peticiones de personas atrapadas que no pueden costear los altos precios del transporte. La publicación de Fadi Khalil resume la desesperación: “No queda ninguna casa y la muerte está más cerca de nosotros, pero juro por Dios que no tengo dinero para el transporte (8.000 séqueles, unos 2.000 euros)”.
Todo empeorará con la llegada del invierno. Familias como la de Al Dahdouh afrontan la perspectiva de dormir en las playas sin el refugio ni el abrigo adecuado, mientras otras, como la de Al Madhoun, continuarán viviendo en los márgenes de las carreteras, atrapadas entre los bombardeos del norte de la Franja y la falta de refugio en el sur.
El País
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