ARGENTINA
14 de junio de 2025
Código swinger: Abigail y Matías se enamoraron en una fiesta de la comunidad y cuentan las reglas que hay

La pareja explica los secretos de un mundo que, estiman, integran un millón de argentino
Se enamoraron -o comenzaron a hacerlo- conversando sobre Historia Argentina. Intercambiando saberes, supieron que entre ellos había química. ¿Estaban en un museo, en una biblioteca? No, nada de eso. La chispa entre Abigail Navarro Correas y Matías Díaz surgió hablando de la Conquista del Desierto durante una fiesta swinger, sentados en el living de una casa, mientras en las habitaciones otras personas, otras parejas, tenían sexo. Entre ellos, esa noche nada sucedió. Ni siquiera un beso. Solo esa charla sobre Julio Argentino Roca.
Poco después comenzaron a salir. Y más adalante, ya juntos, regresaron al mundo swinger ya como pareja, no sin antes haber tenido otra conversación, esta vez incómoda.
Porque al fin, Abigail y Matías demuestran -desde la propia génesis de su relación- que no todo es como parece en este universo sobre el que pesan tantos mitos como tabués y confusiones. Aunque solo desde las miradas ajenas. Quienes forman parte de esta comunidad, lo tienen todo claro.
De movida, comprenden que lo que siempre se busca es el placer, el goce, el disrute. Y lo que nunca se pierde es el respeto, por el otro y por uno mismo
“Está bueno que se den estos ámbitos de charla para poder desmitificar un poquito”, dice Matías, aceptando el diálogo con Infobae y compartiendo sus experiencias de más de dos décadas como swinger. A su lado, como desde hace cinco años, está Abigail: ella comenzó a incursionar poco antes de conocerlo. Cuentan que están enamorados. Uno del otro. Y también, de este mundo que los fascina. De esta manera de vivir, de entender la vida.
—En esa fiesta en la que se conocieron, en la que había gente que estaba teniendo relaciones sexuales, ¿ustedes no hicieron nada?
Abigail: —No. Nos hicimos desear (risas). Dos días después él me envió un mensaje y me invitó a cenar para conocernos mejor. Empezamos a salir. También a ir a eventos y fiestas, juntos. Ya había amor. Él es mi primera pareja, mi primer novio.
—Pero esa noche, ¿ustedes sí habían estado con otras personas?
Matías: —Sí. Yo sí. De ella no quiero saber porque me pongo celoso... No, mentira. Es un chiste. Pero sí, a veces te ponés celoso.
Abigail: —Existen los celos en el swinger.
—¿Cómo se acercó cada uno por primera vez al mundo swinger?
Matías: —Yo, de casualidad, hace veinte años. Vendía lencería erótica e iba a los lugares donde había shows de strippers y ese tipo de cosas. Caminando por la calle vi una puerta que me llamó la atención. Un sótano. Bajé y me encontré que era un boliche swinger. Me dejaron entrar, conocí gente. Me la pasé hablando con todo el mundo porque era algo nuevo para mí, no sabía ni que existía la palabra. Me hice muy amigo de una pareja con la que no hubo sexo. Charlamos, nada más. Era muy flashero lo que veía, y me gustó. Me enamoró ver cómo se trataban las parejas entre ellas.
—¿Desde ese momento, con todas tus parejas quedaste dentro del mundo swinger?
Matías: —No, no. Con ninguna. De hecho, tuve una pareja muy larga, con la que tengo dos hijas, y no le interesaba esto. Me acompañó a lugares, a fiestas y boliches, porque le gustaba la libertad que había, charlar con la gente. Era una persona muy abierta, pero hasta ahí. Yo tampoco participaba de nada. Así durante diez años, hasta que me separé.
—Y entonces, ahí sí.
Matías: —Ahí volví, pero solo, a participar cada vez que me invitaban o me dejaban. Ya con la convicción de que si aparecía una persona yo no iba a pasar otra vez por lo mismo, que era medio como un sufrimiento para los dos. Yo estaba con un montón de cuestiones que quería hacer y me reprimía, y tenía al lado a una persona que capaz la estaba empujando a algo que no quería. No estaba siendo justo para ninguno de los dos. No fue el motivo principal de la separación, pero sí uno de ellos.
—Cuando ustedes se ponen en pareja, ¿hablaron de ser parte del mundo swinger?
Abigail: —Sí. Fue necesaria esa charla porque había que tener las cosas claras.
Matías: —Fue incómoda...
Abigail: —Sí, fue una charla incómoda porque los dos nos manejamos dentro de esta comunidad cumpliendo al pie de la letra los códigos y las reglas. Pero cada uno tenía sus mañas, las cosas que nos gustaban hacer. Y cuando te ponés en pareja ya no pensás en vos, pensás en el otro. Nos sentamos y charlamos: “Seamos una pareja swinger pero tomémonos el tiempo de conocernos y saber qué es lo que queremos y lo que no”. Cuando pasó ese tiempo, llegó la hora de estar listos y nos pusimos oficialmente como pareja swinger.
—O sea, primero se tomaron un tiempo solos, entre ustedes.
Matías: —Sí. Éramos ella y yo, nada más.
—¿Por qué fue una charla incómoda?
Matías: —Porque había que decirse cosas que son incómodas. Yo no sabía lo que se sentía, no lo había vivido, entonces era duro: “¿Qué sentiré al ver a mi mujer, a la persona que amo, con otra persona?”, pensaba. Lo había preguntado e indagado, pero no es lo mismo. Hay que ver si lo bancás, y hasta dónde. Todas esas cosas te generan incomodidad.
—Y a vos, ¿por qué te llamaba la atención ese mundo?
Abigail: —Siempre tuve la curiosidad de ver qué es lo hay más allá de la monogamia. Y cuando conocí este mundo, fue una puerta que hizo explorarme, conocerme y saber la libertad que yo tenía, en todos los sentidos.
—Matías llegó de casualidad al mundo swinger. ¿Vos, cómo llegaste?
Abigail: —Por una amiga de la facultad, con la que estudiaba Historia. Un viernes estábamos charlando y le dije de esta curiosidad que tenía de conocer más cosas, de lo que es el sexo. “¿Nunca conociste el mundo swinger?”, me dijo. “No”. “Bueno, andá a tal lugar, hacé tu experiencia y después me decís”. Ansiosa, esa misma noche fui a ese lugar que me recomendó. Y fue mi camino de ida. Me enamoré.
—Hablaban recién de códigos en el mundo swinger. ¿Cuáles son?
Matías: —El primero es el respeto al otro: no es no. Dentro de los códigos generales, lo normal: no alcoholismo, no drogas. Después hay diferentes códigos: si una pareja se acerca a nosotros va a tener que respetar nuestros códigos, y nosotros, respetar los que tenga la otra pareja. O si la persona está sola, lo que quiera también. Escucho a veces que la persona que está sola es como un juguete de la pareja. Pero no es un juguete, no lo tratamos así: es una persona. Y nosotros tenemos códigos particulares: por ejemplo, yo no hablo con una mujer de otra pareja si ella no empezó a hablar. O sea, si me tengo que acercar a alguien, me acerco al hombre a hablar.
—¿Se puede ir a una fiesta swinger sin pareja?
Matías: —Sí, si te invitan. Es muy acotado el cupo para gente sola, pero si más o menos te conocen, saben cómo te comportas y demás, lográs que te inviten.
—¿Ser swinger es una forma de vida?
Matías: —Sí, sí. Si bien no salís a comprar el pan y le decís al panadero: “Hola, soy swinger”, es tu estilo de vida, porque medio que formás toda tu semana, acomodás tu vida, en base a esto.
—¿Cuánto tiempo pueden pasar sin ir a una fiesta o sin vincularse con otra pareja u otra persona?
Matías: —Uff, un montón.
Abigail: —Sí, porque no es una necesidad: es algo que lo hacemos por placer. Y si estamos en un momento en que queremos tener nuestro espacio más íntimo, disfrutar de ver una peli y estar juntos, lo priorizamos.
—Cuando hablamos del universo swinger, ¿estamos hablando únicamente de intercambio de parejas?
Matías: —No. Hay intercambio de parejas. Pero también hay parejas a las que les gusta hacer tríos. Otras parejas tienen prácticas que se les llama gang bang: al hombre le gusta ver a su mujer con muchos hombres, al mismo tiempo. Y al revés. Es medio raro, medio difícil: yo no me animaría. A esta edad, no podría. Pero bueno... También hay prácticas donde el hombre quiere que la mujer salga sola. O al revés. Y situaciones grupales, como se les llaman, donde se juntan cuatro, seis, siete, ocho parejas. A ver, depende lo que busque cada uno, y lo que busquen los otros.
—En esas fiestas, ¿puede ser que haya un código que tiene que ver con si la puerta está abierta o cerrada?
Matías: —Cuando hay una reunión de mucha gente no se pueden cerrar las puertas.
—¿Por qué?
Matías: —Si querés tener privacidad, andá a un hotel o quedate en tu casa.
—¿El que ingresa a una fiesta swinger lo hace para participar de la situación o para mirar?
Matías: —Puede participar o puede mirar, de acuerdo a lo que quieran las personas que estén.
—¿Se pide permiso para participar?
Matías: —Sí.
—¿De qué manera?
Matías: —A veces se acercan, más que nada entre las chicas. O capaz que me acarician el brazo, algo así.
Abigail: —Lo importante es siempre preguntar, estar atento a cómo está el otro, cómo reacciona. Leer a la otra persona y entender cuándo, como dice Mati, el no es no. Y si se da el sí, genial. Pero el pilar más importante dentro de nuestra comunidad es el no es no.
—O sea, están en una situación, ¿y el camino correcto es que se acercan las mujeres?
Abigail: —Sí.
—¿Y es la mujer la que responde si quiere o no?
Abigail: —Sí.
—¿Tal vez querés con otro, y no con esa persona que se acercó? ¿Podría ser que esa persona no te interese?
Matías: —Exacto.
—Entonces vale que me interese con quien a mí me interesa, y no con cualquiera.
Matías: —Sí. No es un todos contra todos.
—¿Qué pasa si entro para mirar? ¿También tengo que pedir permiso?
Matías: —No, no. Si estamos en un cuarto con ella, la puerta está abierta y entra alguien a mirar, pero yo no tengo ganas de que me vea, ¿para qué estoy ahí? Igualmente tengo la posibilidad de decir: “No, gracias. No tengo ganas de que estés ahí”.
—El universo swinger, o esta forma de vida, ¿no tiene que ver necesariamente con una fiesta? ¿Uno puede ser swinger y ponerlo en práctica de otra forma?
Matías: —Sí. Hay gente que no va a fiestas, que no va a un boliche.
Abigail: —Que conoce a una pareja y le llama mucho la atención, y van a cenar o a tomar algo.
Matías: —Hoy se usa mucho Instagram, las redes sociales.
—¿Vos opinás de con quiénes está él?
Abigail: —Sí, sí. Y él también opina, en mi caso.
—¿Para vos cuáles son las condiciones?
Abigail: —Lo más importante es que si quiere estar con tal persona, es porque quiere. No es porque…
Matías: —Por estar.
Abigail: —Sí, por estar. Exactamente. Que realmente le guste, que haya ganas. Y que disfrute, que goce. Que se pueda expresar libremente en ese momento con esa persona. Para mí, eso es lo básico. Y que esa mujer sea respetuosa y respete nuestra pareja. Y que me respete a mí, que yo soy su mujer. Mientras esté eso, está todo bien, todos estamos felices.
—¿Qué puede no gustarle a ella de alguien que se acerca a vos?
Matías: —No le gusta la típica que se dice “la zorra”.
Abigail: —Sí, la que va por atrás.
Matías: —Dentro de la comunidad, pasa mucho que estamos en un club o una fiesta, voy a algún lugar a fumar un cigarrillo o comprar algo para tomar, y capaz que se cruza alguna y te frena cuando estás solo, para hablarte, para coquetearte. Está buenísimo, pero a mí me molesta porque siento que le están faltando el respeto a ella. ¿Por qué no lo hace cuando está ella? Pasa en todos los ámbitos, y acá también: somos personas, nos pasan las cosas que le pasan a todo el mundo.
—¿Y a vos, quién te molesta que se acerque a ella?
Matías: —Bueno, también me pasa eso, igual. A veces yo también me corro a propósito para ver quién se acerca. Me corro y veo que te acercás: no se hace... Estaba ahí, a cinco metros, ¿entendés? Acercate cuando estoy yo. Si ya sabemos para qué venimos...
—O sea, ¿si ustedes se quieren acercar a una pareja, se acercan cuando está la otra persona también?
Matías: —Claro, claro.
—El código es con la pareja.
Matías: —Sí. Los chicos solos somos los que rompemos ahí.
Abigail: —Sí, los chicos solos son medio particulares: como dice Mati, si estamos juntos no se acercan, pero cuando él va a pedir algo para tomar y yo me quedo bailando, aparecen. Ellos saben que estoy en pareja. Acercate a mí, pero acordate que él es mi pareja, así que también te tengo que presentar a mi pareja y vos tenés que hablar con mi pareja si querés algo conmigo, si estás interesado en mí.
—El que quiere algo con vos, ¿tiene que hablar con él?
Matías: —Sí. Si no lo mato. No, mentira (risas).
Abigail: —Obviamente, no es que él me dirige la vida. Es otra cosa.
—Para estar con cualquiera de los dos, hace falta el consentimiento de ambos.
Matías: —Exactamente. Acercarse y generar un ámbito de charla.
—Necesito entender: ¿cómo es esa charla, esa conversación?
Matías: —Charlamos: “¿Cómo están?”. Nos conocemos como en un boliche tradicional, nada más que de a cuatro. Nos preguntamos de dónde somos, la pavada de qué signo sos, qué hacen, si es la primera vez que vienen. Se va dando una charla y después ves para dónde te lleva. Sí hay gente que va directamente a los bifes.
Abigail: —Pero cada pareja es un mundo y se maneja de distinta manera.
—Salgamos de las fiestas o los eventos. ¿Existen parejas swinger que tienen grupos con los que hacen intercambios?
Matías: —Sí, sí.
—¿Cuáles son los códigos ahí? ¿Qué se puede y qué no se puede?
Matías: —Eso lo decide cada pareja.
—¿Cada cuánto verse? ¿Si vale involucrar sentimientos además de sexo?
Matías: —Sí, pero eso ya es otra cosa. Eso es poliamor. En sí, el swinger es un vínculo sexual, en el momento. Después se puede dar una amistad y demás, como nos pasa con la mayoría.
Abigail: —Pero sentimientos de amor, no. El amor es con tu pareja. La tensión, la química con otra persona, está; pero el amor es de la pareja. Para nosotros, lo más importante es aprender a separar eso.
—¿No les pasó nunca que alguien se confunda con ustedes, o ustedes confundirse con alguien?
Abigail: —No.
Matías: — Que yo me acuerde no. Que alguien se confunda con nosotros, creo que tampoco. Estaba pensando eso, pero… no.
Abigail: —De nuestro lado, tenemos las cosas claras. Yo tengo la tranquilidad de que él puede estar con la mujer que le guste estar, y sé que después va a volver de la mano, conmigo.
—¿Cuál es la diferencia entre una pareja swinger y una abierta?
Matías: —En la pareja abierta, por lo general cada uno sale por su lado. Después se cuentan; a veces, no. Pero en una pareja swinger, se hace todo junto. Dentro de la comunidad swinger hay parejas que también son abiertas. Y no quita que también puedan ser poliamorosas. O sea, es un universo enorme.
—¿Ustedes pueden hacer cosas sin que el otro sea parte, sin que sepa?
Matías: —No. Sin que sepa, no.
Abigail: —Todo se tiene que saber, siempre. Es nuestra regla más importante: todo hay que saberlo.
—¿Qué pasa si alguno dice: “Con tal persona no quiero que estés más”?
Abigail: —Y... si le hace mal, no. El objetivo es que disfrutemos los dos, y si yo quiero estar con una persona pero a él no le hace bien, lo voy a priorizar. Siempre nos priorizamos nosotros. Lo demás es una experiencia íntima, pero lo nuestro es amor, compañerismo. Es equipo.
—¿Esto los enriquece a ustedes como pareja?
Matías: —Sí, sin dudas. Tiene que ser algo que sume. Que te haga bien.
Abigail: —Claro, no es para salvar el matrimonio.
Matías: —He visto diez millones de parejas que han dicho: “Che, me meto a esto a ver si salvo el matrimonio”. Y es el principio del fin. Está mal. No creo que suceda. Capaz que a uno le puede funcionar, qué sé yo.
—¿Te pusiste celosa alguna vez?
Abigail: —Sí, sí...
—¿Y qué hiciste?
Abigail: —Me puse a llorar (risas). A medida que pasa el tiempo aprendí a manejar eso, porque es una inseguridad. Lo trabajé. La gente cree que porque uno es swinger o es más de mente abierta no hay celos. Y sí, hay celos porque es mi pareja, es la persona que amo. A veces ves personas que son más hermosas, más atractivas, con más experiencia, y yo me veo a mí y digo: “Lo que me falta...”. Y entonces digo: “No puedo tener celos porque él después va a volver a casa conmigo”. Eso me da tranquilidad, me ayuda a alivianar esas sensaciones. Pero fue mucha práctica. Ahora lo tengo bastante entrenado.
—¿Vos también sentís celos?
Matías: —Sí, a veces sí. Peor ahora: los pibes vienen con unos lomos, unas cosas que me dan ganas de matarlos... Pero yo la veo disfrutar con esas personas y yo disfruto del disfrute de ella. Y después, como dice ella, nos agarramos de la manito y nos volvemos los dos juntos a casa.
—Hablemos del cuidado de la salud. ¿Siempre se usa preservativo?
Matías: —Sí.
Abigail: —De todas las reglas es la más importante, porque eso también es un acto de respeto hacia la otra persona, y hacia uno mismo, claramente. Proteger a la persona con la que interactúas íntimamente, y protegerte a vos mismo.
Matías: —Está buenísimo que haya mucha más conciencia que antes. Antes no había tanta información, tanto compromiso. Y estaban esas cuestiones machistas de “maneja el hombre”, ¿viste? Ahora es la mujer la que está poniendo un poco más los lineamientos, entonces se hizo algo que es mucho más cuidado. En Instagram, algunas parejas cuelgan hasta los análisis.
—¿Cómo sé en Instagram que una pareja es swinger?
Matías: —La mayoría tienen la SW en algún lugar. Está bueno que cada vez haya más.
—¿Cada vez hay más gente swinger?
Matías: —Sí. Y más joven.
—¿En Argentina, cuánta gente hay en la comunidad swinger?
Matías: —Mirá, no hay un número. Pero yo calculo que alrededor de 1 millón de personas debe haber. O sea, 500 mil parejas. Y va creciendo.
Abigail: —Sí, lo vemos. Sobre todo en parejas jóvenes que se dieron la posibilidad de replantearse con mayor facilidad la monogamia, o qué tipo de relación quieren tener. Y notaron que la comunidad swinger es un ámbito muy sano para una pareja.
—¿Cuál es el mayor miedo que tienen los que escriben preguntando cómo es el mundo swinger?
Matías: —Lo que más preguntan es: “¿Cómo sé que no te me voy a enamorar del otro?”. Y hay un miedo, que es el miedo absoluto: el miedo a que nadie se entere, a la privacidad. Porque es algo que está como muy mal visto, que tiene mala prensa, todavía muy tabú. Hay gente que ha perdido su trabajo porque se enteraron de que eran swingers. Conocemos una pareja del interior que vino a Buenos Aires porque le prendieron fuego la casa cuando en el barrio se enteraron de que eran swingers. Y a alguien le rompieron los vidrios de la casa.
—En la película de Adrián Suar había una palabra clave.
Matías: —Sí: suspicacia. Hay parejas que se ponen esas palabras para escaparse de alguna situación.
Abigail: —Claro, cuando algo no te gusta decís algo. Hay una pareja que me decía: “Ay, perdí el anillo. Nos tenemos que ir”. Ese era su código. Nosotros nos miramos. Con la mirada ya sabemos.
Matías: —Ella pone una cara que parece que es el demonio (risas).
—O sea, hay una mirada que es: “Salimos de acá”.
Matías: —Sí. Hay miradas de Abigail que son letales.
—¿Y alguna vez le dijiste: “¡Cómo me sacaste justo...!”?
Matías: —Sí, hay veces que te querés matar. Pero primero lo primero: la pareja.
—¿A ustedes les pasó que alguien los cuestionara al contar algo de esto, al hacerlo público?
Matías: —¡Puff! Sí, sí.
Abigail: —Cuestionar, denigrar en redes, de todo.
Matías: —Mismo cuando voy a jugar al fútbol: las cosas que te dicen... Pero bueno, también estoy yendo a un ámbito machista recalcitrante que es el fútbol.
—¿Se chequea que los que ingresan sean mayores de edad?
Matías: —Sí. Tiene que ser mayor de 21 años.
—¿Hay famosos?
Matías: —Sí.
Abigail: —Hay de todo. De todos los ámbitos. Es un gran abanico.
—¿Hay políticos?
Matías: —Sí.
—¿Empresarios?
Matías: —Sí. Lamentablemente esos políticos no nos escuchan como para tratar de hacer algo, porque hoy no hay una habilitación para un lugar swinger, por ejemplo.
—¿Hay gente de todos los niveles sociales?
Matías: —Sí, sí, sí.
—Es trasversal. No es únicamente gente con plata o gente con o sin recursos.
Matías: —No, para nada. Antes, en un comienzo, cuando yo arranqué, sí: estaba dirigido a cierto nivel socioeconómico, a gente de más dinero. Era más cerrado, pero se fue abriendo.
—Está el mito de que tenés que ser híper sexual para ser swinger.
Matías: —No, nada que ver. ¿Cuánto hace que no salimos?
Abigail: —Un montón.
Matías: —Este fin de semana no salimos. El anterior, salimos un ratito de manera social, a un boliche swinger.
Abigail: —Es que no siempre querés lo mismo. A veces vamos a bailar, o vamos a ver. Se puede dar cualquier cosa. Depende de la pareja en ese momento. No es siempre algo sexual.(Infobae).
Seguinos
+543816909015