ARGENTINA
9 de abril de 2025
Abusos en la escuela: la violencia sexual ejercida entre menores

El brutal ataque a un niño de 7 años por parte de compañeros en una escuela de Santa Fe plantea un fenómeno en crecimiento: la violencia sexual ejercida entre menores. Mientras la madre denuncia el silencio cómplice del sistema, expertos advierten sobre la urgencia de intervenir.
La mañana del viernes 15 de marzo, Viviana Monzón esperaba, como cada semana, la llegada de su hijo a Santa Sylvina, Chaco. El transporte escolar que lo traía desde la Escuela-Albergue Conrado Nalé Roxlo N°1211, de Gato Colorado, en Santa Fe, llegó como cualquier otro día. Sin embargo, la normalidad se rompió cuando el niño de 7 años descendió y se desplomó en el suelo. "Estaba enajenado, abstraído. Solo lloraba", recuerda su madre. "Me dijo que si le prometía que no iba a volver más a esa escuela, me contaría qué había pasado", relató Viviana. Horas después, entre llantos y con temor, su hijo le confesó lo ocurrido: había sido abusado sexualmente por un grupo de compañeros de entre 10 y 15 años dentro del internado.
"Yo estoy mal como mamá. Ver a mi hijo que aún hoy, cuando se acuerda, empieza a gritar y golpearse, me parte en pedazos", dijo Viviana en diálogo con El Destape. Sus palabras resonaron como un golpe a la conciencia social ante una realidad alarmante: en Argentina, el 15% de los abusos sexuales contra niños son cometidos por otros menores (Corte Suprema, 2023). La crueldad y organización de estos actos reflejan contextos de desprotección infantil.
"La exposición precoz a pornografía violenta, la falta de empatía en entornos familiares disfuncionales y la ausencia de educación sexual integral crearon bombas de tiempo", alertó Melina González Paulos, especialista en Desarrollo infantil y en Vínculo materno -infantil, también licenciada en Atención Temprana al Desarrollo infantil.
Mientras el Ministerio de Educación intervino la escuela y la justicia avanza con lentitud —los agresores, al ser menores, podrían quedar impunes—, el caso revela una emergencia silenciosa. Que un grupo de adolescentes planifique y ejecute repetidas violaciones en un contexto educativo evidencia fallas sistémicas en el ámbito familiar, escolar y estatal.
Lejos de ser un hecho aislado, como señaló la psicóloga: "El 60% de los menores que cometen abusos fueron víctimas de violencia. Son niños que repitieron patrones aprendidos". Este dato se vio corroborado cuando, tras la denuncia de Viviana, adultos que asistieron a la misma escuela le confesaron haber sufrido abusos similares décadas atrás. "Fue un círculo que no se rompió", afirmó la madre, decidida a alzar la voz para que finalmente se quiebre.
Violencia viral: cuando lo virtual se hace real
La serie "Adolescencia" de Netflix generó controversia al exponer cómo las ideologías violentas se filtran en las mentes jóvenes a través del mundo digital.
En la ficción, el padre de Jamie, protagonista de 13 años, no puede comprender cómo su hijo -que "pasaba todo el tiempo en su habitación"- pudo involucrarse en crímenes de odio de género. Este relato refleja el error común de muchos padres: creer que sus hijos están seguros mientras permanecen en casa, ignorando que el mundo entero está a un clic de distancia en sus dispositivos.
Pero el fenómeno trasciende la ficción. En Godoy Cruz, Mendoza, un estudiante de 13 años denunció haber sufrido abuso sexual por parte de tres compañeros durante una clase de inglés. Los agresores defendieron sus acciones alegando que se trataba de un "juego" popularizado en TikTok, demostrando cómo ciertos desafíos virales pueden normalizar la violencia sexual.
La tecnología profundiza este problema: la inteligencia artificial facilita la creación y difusión de contenido "erótico" en grupos de WhatsApp y otras plataformas, práctica que afecta principalmente a las jóvenes.
Incluso, este mismo viernes 4 de abril, el horror invadió a la Escuela Media Nº4 de Ingeniero Maschwitz, ya que padres y madres denunciaron que alumnos de entre 13 y 15 años habrían organizado llegar armados al colegio y generar “una masacre”.
"Bueno, esto es así. Vamos a entrar por la entrada principal como siempre y luego irán dos arriba y dos abajo… acá no es que ustedes elijan a quien mierda le van a disparar, persona que ven, persona que le disparan sin importar el que le toca. ¿Okey?", decía uno de los adolescentes en los chats filtrados.
“Después de que matemos a los demás hacemos un recorrido por la escuela para ver si quedó alguien con vida. Después cada uno elige el camino que sigue”, continuaba.
Cuando las instituciones fallan
La intervención a tiempo de adultos logró que el intento de masacre se judicializara y la policía acudió a dicha escuela.
Pero Viviana y su hijo, como tantas otras víctimas, no han corrido con la misma suerte y el silencio y la falta de intervención de la escuela y la justicia agravaron el daño. A pesar de la denuncia penal hecha por Viviana, la Justicia aún no ha citado al niño a Cámara Gesell ni ha tomado declaración a los responsables. "No me dieron ninguna respuesta sobre qué va a pasar. No sé si llamaron a los chicos que atacaron a mi hijo, no sé en qué quedó la causa", expuso Viviana, consciente de que los agresores, al ser menores, podrían quedar impunes.
Sin embargo, ella apunta contra la escuela al señalar que a pesar de los gritos de su hijo, nadie fue a ayudarlo, estando en horarios donde debería haber supervisión adulta. Aun más, los exalumnos/as que se contactaron con ella para comentarle que, años atrás, habían sido víctimas de los mismos delitos que su hijo, muestran un “camino de impunidad y naturalización”. Además, ella sospecha que hubo encubrimiento: "Alguien se encargó de lavar y doblar su ropa manchada con la sangre de mi hijo. Alguien sabía sobre esto que venía pasando”.
Ante la denuncia, el Ministerio de Educación de Santa Fe decidió intervenir la institución y desplazar de sus cargos a la directora, la maestra y el celador del internado.
“La directora y la maestra de la escuela no se comunicaron conmigo, ni siquiera preguntaron cómo estaba mi hijo. Hicieron de cuenta que nada había pasado. La mayoría de los padres habían dejado de enviar a sus hijos/as a la escuela por este motivo y, sin embargo, ellas seguían dando clases a los pocos que iban”, describió Viviana.
“Mi hijo me dijo que no le contó a la maestra porque los chicos lo amenazaban. Pero el miércoles, cuando terminó el horario escolar, a las 15, los enviaron a sus habitaciones a cambiarse la ropa y sacarse el guardapolvos. Y en ese momento los abusadores lo tiraron boca abajo y lo sometieron. ‘¡Yo gritaba pidiendo auxilio! ¡¿Por qué la seño no vino!?’, preguntó inocentemente. La verdad es que nadie fue a ayudarlo, aunque por las dimensiones del lugar, muchos habrán escuchado”, recriminó.
Además, “las nenas escucharon y fueron a ver. Mi hija vio todo. Quedó en shock. Una compañera entró, intentando que se terminara la agresión, y la manosearon. Las nenas le gritaron a la seño, que estaba sentada en la galería, pero no fue. No los ayudó”, relató Viviana.
"Descargar el dolor": los orígenes de la crueldad infantil
¿Cómo un niño de 10 años puede participar en una violación grupal contra un compañero que claramente no dio su consentimiento? El caso revela una alarmante conciencia del acto: "Lo amenazaron con matarlo o hacerle cosas peores si hablaba", relató Viviana. Esto desmiente cualquier intento de justificarlo como "picardía" infantil o falta de educación sexual. "Los agresores fueron tres varones y otro que observaba y aplaudía, como si le resultara gracioso", detalló la madre.
A la falta de empatía, sensibilidad, el ímpetu de dominación y violencia a esa edad Viviana, madre de un varón de similar edad, la llamó “descargar el dolor”: “Para mí estos chicos ven estás cosas ya sea en pornografía en sus celulares o ven a sus padres hacer cosas de adultos o se lo hacen a ellos, y por eso se lo hicieron a mi hijo. Es una forma de descargar su dolor en otra persona. Son chicos que claramente no están bien”.
Al respecto, la especialista en Desarrollo infantil, Melina González Paulos, enfatizó que comprender estos casos requiere evitar simplificaciones: "Es fundamental analizar sin juicios rápidos". Pero con un objetivo claro: "Prevenir futuros actos mediante intervenciones adecuadas", para lo cual es crucial identificar qué caminos llevaron a estos jóvenes a este punto extremo.
Factores relacionados con el desarrollo infantil
En un intento de rastrear los posibles orígenes de comportamientos agresivos en menores de edad, la licenciada Melina González Paulos desarrolló algunos aspectos clave que podrían haber fallado en su desarrollo infantil y en sus vínculos familiares.
"Entre los 10 y 15 años, los adolescentes están en una etapa crucial de desarrollo moral y emocional", explicó. "Si no han desarrollado adecuadamente la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de comprender el sufrimiento ajeno y de regular sus propias emociones, especialmente la frustración y la impulsividad, pueden ser más propensos a conductas agresivas y dañinas". Esto puede estar relacionado, según sus palabras, con "experiencias tempranas de negligencia emocional, falta de límites claros y consistentes, o exposición a modelos parentales que no demostraron empatía".
La adolescencia es un período de búsqueda de identidad donde, según González Paulos, "si estos jóvenes experimentaron inseguridad, baja autoestima, falta de aceptación o presión para conformarse a ciertos estereotipos de masculinidad tóxica que glorifican la dominación y el poder sobre otros, podrían haber buscado afirmar su identidad a través de actos de violencia grupal".
Uno de los puntos más preocupantes que destacó la psicóloga fue el impacto de la exposición temprana a la violencia: "Ser testigo o víctima de violencia en la infancia (física, emocional o sexual) puede tener un impacto devastador en el desarrollo. Los niños que crecen en entornos violentos pueden normalizar la agresión, aprender patrones de comportamiento abusivos y desarrollar dificultades para establecer relaciones saludables basadas en el respeto y la igualdad".
También mencionó los problemas de salud mental no tratados: "Trastornos de conducta, depresión, ansiedad, o incluso ciertas condiciones neurológicas, si no son identificados y tratados adecuadamente, pueden aumentar la impulsividad, la agresividad y la dificultad para comprender las consecuencias de sus actos".
Finalmente, abordó las dificultades en el desarrollo psicosexual: "Una educación sexual deficiente o distorsionada, la exposición a pornografía que normaliza la violencia y la cosificación de las personas, o la falta de espacios seguros para hablar sobre sexualidad, pueden llevar a una comprensión errónea y dañina de las relaciones sexuales y el consentimiento".
González Paulos fue clara al concluir: "Es importante subrayar que no existe una única causa y que se trata de una interacción compleja de factores". Para la especialista, comprender esta multicausalidad es fundamental para diseñar estrategias de prevención efectivas.
Factores relacionados con el vínculo familiar y el entorno social
La licenciada Paulos profundizó también en cómo los vínculos familiares y el contexto social pueden influir en el desarrollo de conductas violentas en menores. "Un apego inseguro con los cuidadores primarios en la infancia puede generar dificultades en la capacidad de establecer relaciones íntimas saludables en la adolescencia", explicó. Según su análisis, "la falta de un vínculo seguro puede estar relacionada con negligencia emocional, inconsistencia en el cuidado, abuso o falta de contención y apoyo emocional".
En cuanto a la dinámica familiar, la especialista destacó que "la ausencia de límites claros y consistentes, la falta de supervisión adecuada y la permisividad excesiva pueden llevar a los adolescentes a sentirse sin restricciones". Sin embargo, advirtió que "un control excesivo y autoritario puede generar resentimiento y conductas desafiantes", mostrando así la delicada balanza que requiere la crianza.
La comunicación familiar también juega un papel crucial. González Paulos señaló que "la falta de comunicación abierta y honesta en la familia, la dificultad para expresar emociones de manera saludable, y la presencia de secretos o temas tabú pueden dificultar que los adolescentes busquen ayuda". Agregó que cuando "los padres o cuidadores exhiben comportamientos violentos o abusivos, los adolescentes pueden internalizar estos patrones como formas aceptables de interacción".
El aislamiento social fue otro factor que la psicóloga consideró relevante: "La falta de conexión con la familia y la ausencia de una red de apoyo pueden hacer que los adolescentes se sientan solos y más vulnerables a la influencia negativa de otros".
Al abordar los factores grupales y sociales, la especialista fue contundente: "En la adolescencia, la necesidad de pertenecer y ser aceptado por el grupo es muy fuerte. Los jóvenes pueden sentirse presionados a participar en conductas que individualmente no elegirían". Explicó además que "dentro del grupo, puede haber líderes que ejercen poder e influencia sobre los demás, incentivando actos violentos", y que "la exposición a la violencia en la comunidad o en los medios puede contribuir a normalizar la agresión".
González Paulos concluyó enfatizando que "estos factores no actúan de forma aislada, sino que interactúan y se potencian entre sí. Un niño que experimenta negligencia emocional y crece en un entorno violento tiene mayor riesgo de desarrollar problemas de conducta y ser influenciado por un grupo que ejerce presión para cometer actos violentos".
Abordaje infantil y de género: la urgencia desatendida
La violencia entre menores, como muestra la serie "Adolescencia", exige un análisis con perspectiva de género. Desde la infancia, niños y niñas reproducen estereotipos asociados a su sexo que pueden derivar en conductas agresivas. Sin embargo, las políticas públicas parecen ignorar esta realidad.
Las cifras de UNICEF son contundentes: en Argentina, una de cada cinco niñas y uno de cada trece niños sufren abuso sexual, ya sea por adultos u otros menores. "Solo el 2% de las denuncias llegan a sentencia. Y cuando el agresor es menor, la impunidad es casi segura", explicó Alejandrina Román, especialista en abuso infantil.
El panorama se agrava con las recientes medidas estatales. El Ministerio de Capital Humano eliminó programas clave: desde "Abrazar Argentina" -que asistía a poblaciones vulnerables afectadas por fenómenos climáticos- hasta los espacios Unzué y Sarmiento, dedicados a promover derechos de infancias. También cerró los talleres Colonia Gutiérrez e Inchausti en Marcos Paz, que atendían a 50.000 niños y adolescentes al año.
Adolfo Dardik, delegado de ATE Sennaf, denunció el desmantelamiento de equipos que implementaban leyes fundamentales: la Ley Lucio Dupuy contra la violencia infantil, la Ley Micaela Ortega contra el grooming y la Ley Brisa de apoyo a hijos de víctimas.
Frente a este escenario, la especialista Melina González Paulos plantea un camino claro: "Como sociedad, debemos crear entornos donde los niños se desarrollen con vínculos seguros, educación afectiva y oportunidades. La prevención requiere trabajar en salud mental, violencia intrafamiliar y educación sexual desde la infancia". Una tarea urgente que, hasta ahora, sigue esperando.
*Si vos o alguien que conocés está atravesando una situación de violencia infantil, existen canales de ayuda y asesoramiento:
● Línea 137: Atención especializada en violencia familiar y sexual (funciona las 24 hs en todo el país)
● Línea 102: Derechos de niñas, niños y adolescentes (atención gratuita en todas las provincias)
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