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MUNDO

22 de abril de 2024

Día de la Tierra: una oportunidad para hacer balance de nuestros aciertos y errores

La evidencia indica que no solo estamos llevándola a su límite, sino que los daños causados hasta ahora tendrán severos impactos en el futuro.

La Tierra es nuestro único hogar, y también el de millones de especies distintas: presenta las condiciones idóneas para la existencia de vida, algo que hasta ahora no se ha evidenciado en otros planetas del sistema solar. Esto representa, por un lado, una tremenda suerte, y por otro, cierto grado de responsabilidad por parte de quienes habitamos en ella. Millones de personas celebran el Día de la Tierra. 

Fue creado en Estados Unidos para aumentar la conciencia pública sobre los problemas ambientales y ahora se celebra en todo el mundo.

Al Día de la Tierra se le atribuye el inicio del movimiento ambientalista en Estados Unidos.

¿Cómo nació y desde cuándo se conmemora el Día de la Tierra?. Septiembre de 1969: el senador Gaylord Nelson, demócrata, propone la idea de una enseñanza a nivel nacional sobre el medio ambiente.

22 de abril de 1970: el primer Día de la Tierra se lleva a cabo en EE.UU. Aproximadamente, 20 millones de personas participan, saliendo a las calles y parques para manifestarse por causas ambientales.

1970 - El Congreso de EE.UU. crea la Agencia de Protección Ambiental y aprueba la Ley de Aire Limpio.

1990 - El vigésimo aniversario del Día de la Tierra despierta un interés renovado y un aumento en las actividades y la participación.

1995 - El senador Nelson es galardonado con la Medalla Presidencial de la Libertad por su papel como fundador del Día de la Tierra y su trabajo en otros temas ambientales.

22 de abril de 2007 - Los activistas se reúnen en el Capitolio pidiendo que haya drásticos recortes en las emisiones de gases de efecto invernadero, 80% por debajo de los niveles de 1990 para 2050.

31 de marzo de 2016 - Estados Unidos y China emiten una declaración presidencial conjunta sobre el cambio climático. El entonces presidente de EE.UU., Barack Obama, y el presidente Xi Jinping firmarán el Acuerdo de París, un compromiso global que enfrenta el cambio climático, en el próximo Día de la Tierra.

22 de abril de 2017 - La primera "Marcha por la Ciencia" no partidista, cuyos comienzos reflejan el nacimiento viral de la Marcha de la Mujer en Washington, se lleva a cabo el Día de la Tierra. Estuvo compuesto por científicos y sus partidarios, y en gran parte surgió de la oposición a las políticas ambientales y energéticas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. La manifestación principal se produce en el National Mall en Washington, además de más de 500 "marchas por satélite" que tienen lugar en todo el mundo.

Lo cierto es que nos encontramos en un punto crítico: a finales de 2023, rebasamos por primera vez el límite de temperatura global de 2ºC, lo que se tradujo en un récord de calentamiento de los océanos y, en consecuencia, una gran pérdida de vidas, tanto humanas como de una amplia variedad de especies. 

Una investigación ha señalado el impacto negativo que tendrá el cambio climático en la economía global del siglo: tal y como señalan los expertos del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK), los ingresos mundiales se verán comprometidos hasta 2050. En términos concretos, la pérdida anual será de alrededor de 35 billones de euros en los próximos 25 años.

¿Podría ser esta una motivación suficientemente contundente para que los agentes del cambio -multinacionales, instituciones e individuos- pasemos a la acción? La actividad humana es la única culpable de llevar la Tierra a su límite, y la única capaz de revertir la deuda que tenemos con ella. 

Aunque todavía es pronto para evaluar los avances o retrocesos de la lucha contra el cambio climático realizados en lo que llevamos de 2024, el año pasado las advertencias de la comunidad científica y de la Organización de las Naciones Unidas adquirieron un tinte ciertamente preocupante: con términos como "ebullición global" u "horno global", en reemplazo del ya conocido "calentamiento global", los expertos trataron de concienciar sobre las trágicas consecuencias medioambientales y socioeconómicas del aumento de temperaturas en todo el mundo. 

Si bien el Secretario General de la ONU, António Guterres, recalcó entonces que todavía estábamos a tiempo de "evitar lo peor del cambio climático", es posible que ahora, casi un año más tarde, sus palabras sean mucho menos alentadoras. Según el estudio del PIK, de hecho, los impactos socioeconómicos negativos de los daños causados hasta la fecha se verán hasta 2050. Y probablemente se extiendan hasta 2100 si no actuamos desde ya. 

La muerte de personas a causa de catástrofes naturales -que cada vez se presentan más intensas-, el desplazamiento forzado de familias por la escasez hídrica, la multitud de especies al borde de la extinción por la pérdida de hábitats y la devastación de paisajes únicos como la selva amazónica ya deberían ser razones de por sí convincentes para movilizar a la sociedad. Pero nada más lejos de la realidad.

Es por ello que ahora, ante la evidencia de una severa amenaza a la economía -el motor del mundo y el interés principal de quienes perpetúan la indiferencia hacia el cambio climático-, comiencen a observarse cambios. Y sobre esta cuestión, la ciencia ya ha puesto sobre la mesa su última carta al demostrar que saldrá más caro ignorar la emergencia climática que actuar para mitigarla. 

 

 

 

 

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